No es día de tristezas, ni de muerte. Es día de alegría y esperanza. Es día de vida y vida en plenitud, porque nos alegramos con todos los que ya gozan de la presencia de Dios.
Hoy, además de celebrar a todos los santos conocidos, honramos de forma especial a la multitud de santos anónimos, algunos quizás de nuestra propia familia o amigos, que han vivido las bienaventuranzas, gozan ya de la presencia de Dios y son un estímulo para nosotros.
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